La primera rebelión interna del Imperio Romano de Oriente sucedió porque un godo no fue recibido con la adecuada pompa en Constantinopla

Teresa Martínez Por Teresa Martínez 16 minutos de lectura
La primera rebelión interna del Imperio Romano de Oriente sucedió porque un godo no fue recibido con la adecuada pompa en Constantinopla

A principios del siglo IV d.C. el recién nacido Imperio Romano de Oriente se convirtió en escenario de una oscura trama que implicó a no pocos personajes de distintos ámbitos. Dos de ellos, ostrogodos romanizados, llegaron a amenazar la seguridad imperial en un astuto juego a dos bandas en el que provocaron una rebelión con la excusa de un inadecuado recibimiento oficial en la corte. Fueron derribando a políticos y militares como fichas de ajedrez, pero esa intriga tuvo un éxito efímero, aunque sus nombres han pasado a la Historia: Tribigildo y Gainas.

Como es sabido, el emperador Teodosio I dejó establecido que a su muerte, acaecida en el año 395 d.C., se dividiera el Imperio Romano en dos partes, Occidente y Oriente, heredando sus hijos Honorio y Arcadio cada una respectivamente. Ninguno de ellos lo tuvo fácil, pues el primero, por ejemplo, que era el menor, apenas contaba diez años de edad y fue manejado por el general Flavio Estilicón hasta que a la caída de éste llegó el caos y lo aprovecharon los visigodos de Alarico para saquear Roma. Aún así, Honorio consiguió mantenerse treinta años en el trono; al fallecer sin descendencia, y exceptuando un bienio de reinado del usurpador Juan, le sucedió su sobrino Valentiniano III.

Valentiniano fue designado por Teodosio II, emperador del Imperio Romano de Oriente por ser hijo de Arcadio, aquel hermano de Honorio que había recibido como legado paterno la otra mitad del imperio. Arcadio no era el primogénito -esa condición correspondía a la hermana mayor, Gala Placidia, madre de Valentiniano-, pero sí había alcanzado ya la edad adulta cuando vistió la púrpura. Sin embargo, también estuvo siempre bajo la influencia de un hombre fuerte; primero el prefecto del pretorio Rufino; después, cuando éste acabó asesinado por orden de Estilicón, fue el turno de Eutropio, el ex tutor del emperador.

La primera rebelión interna del Imperio Romano de Oriente sucedió porque un godo no fue recibido con la adecuada pompa en Constantinopla
La partitio imperii de Teodosio I con sus provincias/Imagen: NeimWiki en Wikimedia Commons

El apartamiento de Estilicón del gobierno propició que los bárbaros, que ya estaban acumulándose en las fronteras imperiales, se atrevieran a realizar sin apenas oposición incursiones progresivamente más frecuentes. Esas acciones corrían principalmente a cargo de los pueblos godos, más concretamente visigodos y ostrogodos, a su vez presionados por los hunos. Los visigodos marcharon hacia el oeste, pero ese respiro para el imperio de Arcadio resultó efímero porque los hunos ocuparon el hueco y sólo la eficaz defensa desarrollada por Eutropio en el 398 d.C. consiguió mantenerlos a raya.

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Eutropio era natural de la provincia del Medio Oriente, quizá de Asiria, quiza de Armenia. Al parecer se trataba de un catamita (adolescente que mantenía una relación con un adulto) que luego ejerció como proxeneta y terminó de eunuco en el palacio, donde medró pasando a ser praepositus sacri cubiculi (guardián de la cámara sagrada), es decir, gran chambelán, jefe de los cubicularii o asistentes personales del emperador. Tras arreglar el matrimonio de Arcadio con Elia Eudoxia (la hija de un general franco romanizado que tenía el cargo de magister militum), anulando así el plan del prefecto Rufino de ofrecer a su hija, llegó a alcanzar la consideración de consejero del emperador.

La muerte de Rufino hizo acrecentar aún más su importancia y pasó a ser la mano derecha de Arcadio, considerándosele uno de los cerebros en la sombra de la llamada Guerra Gildónica, una rebelión del comes Gildo contra el emperador de Occidente, Honorio, que fue reprimida por Estilicón, verdadero objetivo de la conspiración. Cuando Eutropio logró rechazar a los hunos llegó a su apogeo, permitiéndose incluso que le nombrasen cónsul; era el primer eunuco que lo lograba. El problema es que eso acrecentó su impopularidad.

Efectivamente, Eutropio tenía muy mala imagen. Eran vox populi su avaricia, ambición y crueldad, pero no sólo entre el pueblo; también Elia Eudoxia, la emperatriz, le detestaba, y el ejército veía como una afrenta estar al mando de un eunuco liberto, como quedó demostrado con el motín que organizaron las tropas enviadas a someter una revuelta en Frigia, tal como veremos enseguida. La guinda que remató aquel turbulento pastel fue Gainas, un jefe ostrogodo que ejercía de magister militum del Imperio Romano de Oriente.

Gainas, descrito como un «hombre sin linaje», había entrado en la legión como simple soldado, ascendiendo poco a poco en el escalafón hasta comandar un contingente militar auxiliar que participó en la campaña de Teodosio I contra el usurpador Eugenio en el 394 d.C., por cierto, teniendo a sus órdenes a un joven Alarico, futuro rey de los visigodos. Al año siguiente fue enviado por Estilicón para combatir a Rufino, al que acabó asesinando, favoreciendo así la subida al poder del mencionado Eutropio. Como éste no le mostró agradecimiento, quedó resentido contra él.

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Y entonces tramó una ingeniosa intriga para derribarlo en la que el protagonismo iba a correr a cargo de un caudillo ostrogodo con el que se cree que estaba emparentado: Tribigildo. De éste no se sabe nada hasta que aparece en la Historia al mando de una colonia de ostrogodos y greutungos (godos de las estepas ucranianas que servían al imperio como caballería mercenaria) que quedaban de los que estuvieron a las órdenes de Odoteo, derrotado en el 386 d.C. por el magister militum per Thracias Promoto cuando exigía ser incorporado al imperio tal cual se había hecho años antes con los tervingios.

Adaptándose a las circunstancias, aquellos supervivientes se establecieron en Nacolia, capital de Frigia, y pasaron a servir al imperio como foederati, rechazando una incursión de los hunos y permitiendo que Trebigildo se ganase el título de comes (conde). Con tal dignidad viajó a Constantinopla, donde según las fuentes se le dispensó una recepción que no resultó lo suficientemente pomposa para los habitualmente extravagantes estándares de la corte imperial. Enfadado por ello, regresó a Frigia con los suyos pero usó el incidente como casus belli para ir saqueando Asia Menor por el camino.

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La primera rebelión interna del Imperio Romano de Oriente sucedió porque un godo no fue recibido con la adecuada pompa en Constantinopla
Los dos imperios y los pueblos bárbaros limítrofes en el año 395 d.C./Imagen: Killingzoe en Wikimedia Commons

Aquello sembró el pánico en la región, haciendo que la gente huyera del campo para refugiarse en la costa, con el consiguiente perjuicio económico derivado del abandono de las cosechas. Es posible que todo aquello no se tratase sólo de un enfado por la ofensa protocolaria, sino que formase parte de un plan urdido por Gainas que, recordemos, probablemente era pariente de Tribigildo y además también se sentía desairado por Eutropio. El caso es que éste designó para sofocar la revuelta a León, un general carente de experiencia pero cuya amistad con el consejero le había convertido en magister militum.

Asimismo, Gainas recibió la orden de situarse en Tracia para impedir que Tribigildo cruzase el Helesponto. Una vez allí envió un mensaje al jefe enemigo para que se reuniera con él, lo que podría ser un indicativo de su acuerdo previo. Pero el otro no lo hizo, temeroso de encontrarse por el camino con tropas hostiles, y en cambio siguió su saqueo en las ciudades de Panfilia y Pisidia. De hecho, siguió campeando sin que León se decidiera a salirle al paso, argumentando que para ello tendría que perseguir al adversario, dejando desamparados los territorios que había puesto bajo su protección.

La inacción repercutió negativamente para los intereses romanos porque todos los bárbaros foederati de la zona empezaron a pasarse al bando de Tribigildo, amenazando con desmoronar toda la estructura imperial. Peor aún, si hacemos caso a Zósimo (un historiador griego del siglo V, funcionario en Constantinopla y autor de una crónica sobre el Imperio Romano titulada Historia nueva), el comes ostrogodo alcanzó Lidia y de allí pasó a Jonia, amenazando con apoderarse de barcos con los que podría controlar todo Oriente hasta Egipto.

Si eso estaba en sus planes o no nunca se sabrá porque antes de salir de Frigia Tribigildo cayó en una emboscada cerca de Selge, en Cilicia, a manos de una partida de esclavos y siervos liderados por un notable local llamado Valentino. Los rebeldes sufrieron una escabechina de la que sólo se salvaron tres centenares gracias a que Tribigildo sobornó al comandante enemigo que debía cerrarle el paso, pero aun así tuvieron que huir apresuradamente, perseguidos por los habitantes del lugar, hasta ponerse a salvo al otro lado del río Eurimedonte.

Su situación era tan deseperada que el propio ostrogodo tuvo que pedir ayuda a Gainas. Ahora bien, eso supondría desvelar el presunto pacto entre ambos, así que en vez de acudir a socorrerle envió a León reforzándole con un contingente de auxiliares. Lo que pasó entonces resulta confuso. No se sabe si esos auxiliares quisieron unirse a sus hermanos, tenían orden de volverse contra el magister militum al contactar con Tribigildo o si fue éste el que se las arregló para convencerlos, pero el caso es que León se encontró ante un motín y no pudo impedir la fuga definitiva del enemigo hacia Frigia.

Entonces, Gainas informó al emperador del fracaso de su superior, magnificando el peligro que suponían aquellos ostrogodos insurrectos, y consiguió la destitución de León, iniciando además una campaña de desprestigio contra el odiado Eutropio a la que enseguida se unió la emperatriz. El resultado fue que Arcadio ordenó el cese del proceloso eunuco, que conservó la vida gracias a la mediación de Juan Crisóstomo, arzopispo de Constantinopla y amigo suyo, aunque sólo de momento porque antes de acabar el año, y tras un fallido intento de evasión, fue ejecutado a insistencia de Gainas.

Le sustituyó el prefecto pretoriano Flavio Aureliano; nueva decepción para Gainas, que esperaba ser él el elegido. No pudiendo ocultar su contrariedad, se fue a Calcedonia y desde ellí exigió como compensación el cargo de magister militum que había dejado vacante León. Se le concedió y entonces incrementó sus demandas: Flavio Aureliano también debía quedar fuera. Sorprendentemente, también eso fue atendido, aunque a costa de empezar a resultar molesta su figura; todo un riesgo en aquella corte llena de intrigas.

Gainas tampoco pudo someter a Tribigildo; según Zósimo porque en realidad eran aliados. Sea como fuere, ambos se encontraron finalmente en Lidia y sitiaron juntos Sardes, aunque no pudieron tomarla. A continuación, emprendieron la ruta hacia Constantinopla, cruzando el Bósforo y dividiendo sus fuerzas para ocupar Calcedonia y Lampsaco. Puede que hubieran acordado repartirse el imperio o parte de él, pues Gainas convenció a Arcadio para firmar la paz con Tribigildo en los términos exigidos por éste: autorización a sus ostrogodos para instalarse en Tracia, desde donde se comprometían a defender la frontera danubiana contra otros bárbaros.

Solventado ese problema, Gainas retornó a la capital con sus fuerzas y allí ejerció el gobierno durante unos meses, supliendo, como vimos, a Flavio Aureliano. Como modelo tomó a Estilicón, sólo que él carecía de su genio; si militarmente había sido discutible, en la gestión civil únicamente cosechó un odio creciente: no sólo había fulminado a Eutropio, León y Aureliano, sino que prosiguió la purga con aquellos funcionarios a los que consideraba contrarios (unos por su origen godo, otros porque era arriano).

Consecuentemente, empezaron a circular crecientes rumores sobre su connivencia con Tribigildo que empeoraron su imagen, si cabe. La gota que colmó el vaso fue su proclamación como cónsul en el año 400 d.C. Surgió en Constantinopla un estallido de ira popular durante el cual murieron lichados unos siete mil ostrogodos afincados en la ciudad y Gainas tuvo que retirarse con el resto, pero fue alcanzado por una flota romana cuando estaba pasando el Helesponto. Flavio Fravitta, un general de origen visigodo nombrado nuevo magister militum, destruyó sus barcos y fue premiado con dos cosas: el consulado y el permiso para seguir practicando el paganismo.

Gainas salvó la vida huyendo hacia el Danubio con el lógico objetivo de encontrar amparo entre los ostrogodos de Tribigildo. Pero éste había fallecido meses antes mientras combatía a los hunos, que fueron precisamente los que capturaron a Gainas. Su rey, Uldin, ordenó decapitarlo y enviar la cabeza a Arcadio a manera de obsequio diplomático. Todos estos acontecimientos, narrados en los relieves de la gigantesca Columna de Arcadio -construida por el emperador en el foro homónimo de su capital y de la que hoy sólo se conserva la base-, constituyeron lo que algunos historiadores consideran el final de las luchas entre las diversas ramas godas, dejando dos etnogénesis: la de los bárbaros integrados en el imperio y la de los bárbaros ad portas.

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Por Teresa Martínez Jefa de sección
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