Malinche: ¿heroína o traidora?

La intérprete de Hernán Cortés durante la conquista de México se ha convertido en un personaje tergiversado utilizado en una guerra cultural sin sentido para los historiadores.

Alberto H. Por Alberto H. 7 minutos de lectura
Malinche: ¿heroína o traidora?

Una de las claves en la conquista de México por Hernán Cortés fue el inestimable servicio que prestó Malinche como traductora. Esta mujer ha pasado a la historia como la intérprete que permitió a los castellanos hacerse con el control del territorio controlado por el imperio azteca de una manera más rápida y eficaz. Por ello, el gran público y aquellos que hacen un uso político de la historia han tomado a Malinche bien como una heroína o ven en sus actos una traición al pueblo mexicano. Ambas consideraciones tienen poco sentido entre los historiadores. Veamos por qué.

¿Quién fue Malinche?

De ella solo conocemos lo que escribieron otros. Todos hombres. Y es que, a pesar de ser “lengua” de Hernán Cortés, Malinche jamás ha tenido voz propia entre las fuentes. Es por ello que solo conocemos algunos datos de su vida en tanto guardan relación con los castellanos, la diplomacia y la guerra que tuvo lugar en suelo mexica. 

Ni siquiera conocemos su nombre original. Se cuenta que nació como hija única de un cacique náhuatl de Oluta (en la actual Veracruz). Su padre murió cuando ella rondaba los 10 años. Su madre la vendió como esclava a un cacique maya del sur de México. Este cacique le regaló veinte mujeres jóvenes a Hernán Cortés para ganarse su amistad. Entre ellas iba Malinche. A su vez, Cortés se la entregó a Alonso Hernández Portocarrero, uno de sus capitanes. Claro que Cortés no tardó en ver la enorme utilidad que tenía Malinche y, como contó el cronista Bernal Díaz del Castillo, Malinche fue tan excelente mujer y buena lengua que Cortés no permitió que se separara de él. Por su origen conocía el idioma náhuatl, aprendió el maya tras ser vendida por su madre y acabó entendiendo el castellano con los hombres de Cortés, que la utilizaron como intérprete junto a Jerónimo de Aguilar.

Fue bautizada como Marina. Parece ser que los indígenas no pronunciaban bien la “r”, y la llamaban “Malina”. En cuanto esta mujer formó parte activa de la diplomacia entre señores, le añadieron el reverencial “tzin”, algo así como “doña” en nuestro idioma, es decir, “Malin-tzin”, castellanizado como Malinche

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Corría el año 1519, Malinche contaría con unos 20 años y ya había sido vendida como esclava, violada, obligada a cambiar de religión y tomada como compañera sexual por dos hombres, primero el capitán de Cortés y luego el propio Cortés, de cuyo encuentro nacería un hijo. Teniendo esto en cuenta, quizás resulte más difícil juzgarla a la ligera

El mito de Malinche

De su intervención como mediadora y consejera de Cortés durante la conquista de México se han derivado dos mitos: Malinche como traidora y Malinche como madre del mestizaje. Según Esteban Mira Caballos: 

“En México la empezaron a retorcer los criollos para romper con España y fue luego manipulada por el indigenismo más radical para crear el mito de la Chingada, la idea de que México es hijo de una violación; por el otro lado, en España, su figura como mediadora entre dos mundos fue ninguneada o romantizada, reducida a un símbolo de la grandeza del mestizaje por ser amante de Cortés, a quien el nacionalismo más ultra —exacerbado como reacción al secesionismo catalán— dibuja como un héroe de caballería intachable que liberó del yugo a los salvajes”. 

Malinche: ¿heroína o traidora?
Cortés a caballo y Malinche a su izquierda en la entrada a Tenochtitlán. Augusto Ferrer Dalmau. Wikimedia.

Una guerra cultural en la que desde el punto de vista histórico pierden ambas posturas al desatender y desperdiciar los ricos y complejos matices que tiene el pasado. El rechazo a Malinche acabó materializado incluso en un término como “malinchismo”, según la RAE: “actitud de quien muestra apego a lo extranjero con menosprecio de lo propio”, es decir, un malinchista es un traidor. El problema viene en cuanto la política impone sus tentáculos sobre algún hecho del pasado, así la historia y sus personajes suelen mostrarse muy tergiversados. 

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Un mito sin sentido

En el caso de Malinche, su mito como traidora se forjó a partir del siglo XIX con la independencia de México y el proceso revolucionario del siglo XX. No es más que el Caín de todo mito nacional. Toda nación necesita una fundación histórica épica y, cuando esta no existe, se inventa. Desde Roma hasta las naciones más modernas han tomado una cultura con la que se han sentido identificados y la han defendido hasta la mitificación. Desde los asesinos de Viriato a Malinche, estos mitos necesitan de traidores que demuestren que la derrota solo fue posible desde dentro y no por que el enemigo fuera superior. Si los persas lograron derrotar a los espartanos en las Termópilas fue por el traidor Efialtes y así sucesivos ejemplos. 

Lo cierto es que esta reconstrucción de Malinche como traidora no tiene sentido histórico, puesto que los indígenas del territorio mexicano no formaban una nación en 1519 y estaban enfrentados entre sí. 

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Malinche fue una superviviente. Una mujer de su tiempo que, sin embargo, jugó un papel fundamental como nexo entre dos mundos muy distintos: el indígena y el castellano. No hizo más (ni menos) que cualquier ser humano (más aún en una situación tan indefensa). Se alió con el que consideró que podía salvarla a ella, una mujer sin patria, del control ejercido por el imperio azteca. Y no le faltó razón.

El problema estuvo en que el poder azteca pasó a manos castellanas y la situación no fue a mejor. Pero eso solo se podía saber desde nuestra cómoda perspectiva quinientos años después. La prueba de su gran servicio y estima la tenemos en los propios indígenas contemporáneos a Malinche, que la retrataron en sus códices con el mismo tamaño que a sus señores, dando por sentado su participación en la diplomacia que decidía el devenir de aquellos tiempos. 

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