Las aves comprenden las leyes de la física y actúan conscientemente: eligen el momento y la ruta adecuados para que su vuelo a través del océano sea lo más cómodo posible.
Las aves terrestres, a diferencia de las acuáticas, no pueden aterrizar en el agua para descansar y deben cruzar mares y océanos sin aterrizar. Por lo tanto, durante mucho tiempo ha sido una creencia común entre los ornitólogos y otros observadores de aves que sobrevuelan cuerpos de agua solo en lugares estrechos, donde la distancia de una orilla a otra no supera los 100 kilómetros.
Sin embargo, con el tiempo, los ornitólogos empezaron a utilizar pequeñas balizas GPS, que mostraban que las aves en realidad estaban cruzando grandes aguas, lejos de los lugares más estrechos. Pero los científicos no podían entender cómo tenían suficiente energía para un vuelo largo.
Investigadores del Instituto Max Planck de Comportamiento Animal (Alemania) utilizaron en su estudio datos sobre las rutas migratorias de varias especies de aves. En total, los científicos analizaron 112 travesías marítimas realizadas a lo largo de nueve años.
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Estos datos se compararon con observaciones meteorológicas y un mapa de corrientes de aire. Se ha comprobado que las aves eligen deliberadamente el momento y la trayectoria de su vuelo. En otras palabras, no vuelan simplemente hacia el objetivo en línea recta en momentos aleatorios.
Resultó que el viento y las corrientes de aire juegan un papel muy importante en este proceso. En primer lugar, los pájaros intentan elegir el momento en el que el viento sopla en la dirección en la que vuelan. En segundo lugar, eligen su camino basándose en la fuerza de las corrientes ascendentes.
Cuanto más alta es la temperatura del mar o del océano que la del aire, más fuertes se forman las corrientes. Parece que el aire eleva ligeramente a las aves y les permite batir menos las alas y volar sin un gasto de energía significativo.
