El año febrero tuvo 30 días.

Elena Garcia Por Elena Garcia 8 minutos de lectura
El año febrero tuvo 30 días. -Revista Interesante

El primer calendario del Imperio Romano entró en uso alrededor del año 750 a.C. Fue llamado el «calendario de Rómulo», en honor al fundador de la ciudad de Roma. El orden del tiempo impuesto por este calendario era de diez meses y 304 días, iniciando su ciclo con el mes Marcio (en honor al dios de la guerra).

A esto le siguió el mes de apertura, aprilis (abril), el mes de crecimiento maius (mayo) y el mes de floración junius (junio). Luego siguieron los meses, en orden, del quinto al décimo, donde coincidieron por nombre y por la posición que ocupaban en el calendario: Quintilis (julio), sextilis (agosto), septembris (septiembre), octobris (octubre), novembris (noviembre) y Decembris (diciembre).

Unos años más tarde, alrededor del 700 a.C., fue necesario actualizar la forma en que los romanos medían el tiempo. Después de observar el comportamiento de los días y las estaciones, los eruditos romanos aconsejaron al segundo rey de Roma, Numa Pompilius Censorius, que añadiera 51 días al calendario de Rómulo, lo que dio como resultado un año de 355 días.

En este punto se hizo necesario incluir dos meses más: Ianuarius, en honor al dios Jano, y februarius, en referencia a februum («purificación»), nombre dado por el ritual Februa que se celebraba durante este período.

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Así, el calendario de Numa quedó de la siguiente manera: Martius (31 días), Aprilis (29 días), Maius (31 días), Junius (29 días), Quintilis (31 días), Sextilis (29 días), Septembris (29 días), Octobris (31 días), Novembris (29 días), Decembris (29 días), Januarius (29 días) y Februarius (28 días). Entonces, como puede verse, el calendario de Numa comenzaba el año con el equinoccio de primavera, que ocurre este mes.

La necesidad de cambio

Si bien esta actualización fue un paso en la dirección correcta, no fue suficiente. Todavía había un desajuste. Una discrepancia que los sabios estimaron en 11 días y medio con relación al año solar.

Para solucionar este problema se añadió al calendario un mes extra llamado Intercalaris, que tenía 22 y 23 días y se añadía cada dos años (22 en el segundo año y 23 en el cuarto año).

Era un sistema muy complicado y provocó mucha confusión entre los pontífices, a quienes se les encargó ajustar estas diferencias entre el calendario y las estaciones del año. Y muchas veces al realizar esta actividad –que originalmente tenía un propósito espiritual y místico– lo hicieron de manera arbitraria o, peor aún, según intereses económicos o políticos. Los encargados de velar por las certezas de la plebe se habían corrompido.

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El momento de la cosecha no dependía de las fases de la luna, sino que lo decidían consideraciones políticas. Por ejemplo, si un funcionario público quisiera extender un poco su mandato, podría comprar la voluntad de los pontífices, y estos retrasarían las elecciones cambiando el calendario, a pesar de las funestas consecuencias que esto hubiera tenido.

La situación se había vuelto tan corrupta que, en un momento dado, los pontífices llegaron incluso a definir el invierno como otoño. Esto significaba que miles de campesinos estaban desperdiciando sus semillas al sembrarlas en el momento equivocado, o que podían quedar indefensos ante la crecida imprevista de un río. Claramente, esto tenía que cambiar.

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Un nuevo tirano ha llegado para poner orden en Roma. Julio César, sabiéndose ignorante de estas materias, consultó a Sosígenes de Alejandría «el Peripatético»; postuló que el año – en realidad – duró 356 días y 6 horas (precisión absolutamente notable para esa época).

Escuchándolo, Julio César impuso un nuevo calendario que llevó su nombre y que se aplicó hasta el siglo XVI, cuando el Papa Gregorio XIII introdujo el actual calendario gregoriano, que corrigió algunas lagunas del calendario juliano.

30 de febrero de 1712

El año febrero tuvo 30 días. -Revista Interesante

Entre las actualizaciones del calendario gregoriano se encuentra la incorporación de años bisiestos para sincronizar el año calendario de 365 días con el año solar de aproximadamente 365,25 días, que son 365 días y seis horas. Es un término derivado de la frase «Bis sextus dies ante calendas martii», que significa la repetición del sexto día antes de las calendas de marzo. Es decir, el 24 de febrero se contabilizó dos veces. En el calendario gregoriano, este día extra se situaba al final del mes, correspondiente al 29 de febrero.

Como se mencionó anteriormente, el calendario juliano malinterpretó levemente la duración del movimiento de traslación de la Tierra. Este error provocó que el antiguo calendario juliano contara un año como 365,25 días, cuando en realidad eran 365,2425 días, una diferencia insignificante. Pero claro, año tras año, el desfase se fue acumulando hasta crear una imprecisión que atrasó el calendario en 10 días.

Una vez que quedó claro que el orden establecido por el calendario juliano era inexacto, se decidió que después del jueves 4 de octubre de 1582, el orden se cambiaría al viernes 15 de octubre de 1582. Así, al cambiar del calendario juliano al gregoriano, 10 días han desaparecido del calendario.

Muchos países se mostraron reacios a aceptar la autoridad del Papa y tardaron varios años en implementarla. Por ejemplo, en el caso de Suecia (que también incluía el territorio de la actual Finlandia), el problema no fue tanto la adopción del nuevo calendario como el hecho de que este cambio se hiciera de forma tan repentina. No querían que 10 días desaparecieran de repente. Así que optaron por saltarse los días bisiestos durante 40 años hasta alinearse con el resto del mundo.

No fue una buena decisión. Al principio fue fácil para la gente aceptar el cambio. Pero poco después, el emperador Carlos XII se dio cuenta de que en 1700, que era un año bisiesto, las autoridades suecas simplemente se olvidaron de hacer este cambio. Tenían cosas más importantes que atender. Al fin y al cabo, en aquel momento se encontraban en medio de varios conflictos con sus vecinos del norte. Para solucionar este problema, ordenó que se agregara un día adicional al 29 de febrero de 1712, que también era un año bisiesto, creando así el primer 30 de febrero.

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