Hoy en día, los fuegos artificiales marcan las fiestas en todo el mundo. Desde la antigua China hasta el Nuevo Mundo, los fuegos artificiales han evolucionado considerablemente. Los primeros fuegos artificiales eran muy diferentes a los que disfrutamos hoy.
Ahora estamos muy familiarizados con los fuegos artificiales, por lo que se necesita un gran espectáculo para impresionarnos. ¡Descubramos cuándo y dónde se inventaron!
La invención de un monje chino.
Los fuegos artificiales se inventaron en China en el siglo VII. La invención de la primera forma de fuegos artificiales se atribuye generalmente a un monje, Li Tran, de la ciudad de Liu Yang. Puso carbón, salitre y azufre dentro de los brotes de bambú, prendiéndoles fuego con una antorcha, para ahuyentar a los malos espíritus. Esta mezcla provocó una explosión que envió «rayos» blancos y amarillos al cielo. Hoy en día, dos tercios de los fuegos artificiales del mundo se producen en la ciudad de Liu Yang. Es la capital mundial en este campo.
Los maestros chinos del arte pirotécnico pronto se hicieron respetados en la sociedad: sabían sorprender a los espectadores y crear un espectáculo increíble.
Para los chinos, esto era especialmente importante porque se creía que los fuegos artificiales ahuyentaban a los espíritus malignos y traían suerte y felicidad. Para lanzar fuegos artificiales se necesitaban habilidades y conocimientos especiales, y se entrenaron durante mucho tiempo y mejoraron constantemente sus habilidades.
Mucho más tarde, los fuegos artificiales se lanzaron sólo como entretenimiento y para celebrar un evento importante. Hay registros de un gran espectáculo de fuegos artificiales en 1110 que se lanzó durante un desfile militar para divertir al emperador Hui Tsung y su corte.
Gracias a un largo estudio sobre la pólvora, los chinos fueron de los primeros en utilizarla con fines militares. A mediados del siglo XIII, los árabes adoptaron los conocimientos adquiridos de los chinos. Según los registros supervivientes, quedaron asombrados por las «flores chinas» (como llamaban a los fuegos artificiales) y comenzaron a estudiar la tecnología de su creación.
Europa descubre los fuegos artificiales
Es posible que la pólvora y los fuegos artificiales se hayan inventado de forma independiente en Europa, pero probablemente llegaron a Europa a través de los mongoles, que se extendieron hacia el oeste desde China hasta Europa central a mediados del siglo XIII. Además, hay otra versión según la cual los cruzados o Marco Polo fueron los primeros en importar los fuegos artificiales de China.
En 1267, el monje inglés Roger Bacon registró haber visto lo que probablemente eran fuegos artificiales, que comparó con relámpagos y truenos.
Sólo en el siglo XVI estos fuegos que iluminaban el cielo se denominaron fuegos artificiales.
En el siglo XV, los fuegos artificiales se utilizaban en Europa con fines militares y pacíficos. Las ciudades italianas y españolas en particular comenzaron a utilizar fuegos artificiales para celebraciones al aire libre.
Y en tierras alemanas también se utilizaron fuegos artificiales, en el marco del Carnaval Schembart de Nuremberg.
«Estrellas caídas del cielo»
En el siglo XVI, los festivales de fuegos artificiales se habían extendido por todo el norte de Europa. Los estilos de presentación se han diversificado y mejorado. La mayoría de los fuegos artificiales durante este período eran espectáculos cortesanos celebrados para celebrar a los reyes y sus acciones, y a menudo incluían decorados elaborados y trajes extravagantes.
Más interesante
Los fuegos artificiales, reinventados de manera creativa, sin duda seguirán perdurando durante muchos siglos.
Dejando de lado su historia y el hecho de que siempre impresionan a los espectadores, no debemos olvidar el efecto que estos fuegos artificiales tienen en los animales. Los cuadrúpedos, por ejemplo, perciben los ruidos cuatro veces más intensamente que los humanos, por lo que el estrés que provocan es inmenso. Cada año, en el mes de diciembre, miles de cachorros y gatos se pierden en las ciudades de todo el mundo.
