Cleopatra, última reina del antiguo Egipto: una vida de luchas por el poder

Elena Garcia Por Elena Garcia 13 minutos de lectura
Cleopatra, última reina del antiguo Egipto: una vida de luchas por el poder

Cleopatra es universalmente conocida como «la última reina del antiguo Egipto». Pero conseguir y conservar este título resultó ser una tarea compleja, lo que la obligó a derramar la sangre de los miembros de su familia. La vida de Cleopatra fue una lucha constante y despiadada por el poder, y su hermana Arsinoe era su mayor enemiga.

Cleopatra, última reina del antiguo Egipto: una vida de luchas por el poder

El faraón Ptolomeo XII murió en el año 51 a. C., dejando cuatro hijos: dos hermanas y dos hijos que, según las costumbres de la dinastía, recibieron los nombres de sus padres, Ptolomeo XIII y XIV. Los cuatro descendientes crecieron juntos en el palacio real de Alejandría, donde fueron educados según las normas de la cultura griega, pero sin desarrollar vínculos afectivos entre ellos.

Desde pequeños se miraron con recelo. Se veían unos a otros como rivales en la lucha por el poder e incluso como asesinos potenciales. Los casi 300 años de historia ptolemaica les habían enseñado que el enemigo más peligroso era aquel con quien compartías la casa. Así lo confirma lo que le ocurrió a Berenice, hermana de Cleopatra, ejecutada por su padre en el 51 a.C. porque intentó usurpar fraudulentamente el trono de Egipto.

Ptolomeo había designado herederos a Cleopatra y al mayor de los hombres, Ptolomeo XIII. Los dos debían gobernar juntos como hermanos y maridos. Cuando ascendieron al trono, Cleopatra VII tenía 18 años y su hermano sólo 10, por lo que la regencia quedó confiada a su tutor, un eunuco llamado Potino, y al general Aquiles, jefe del ejército.

- Anuncios -
Cleopatra, última reina del antiguo Egipto: una vida de luchas por el poder

Pronto, sin embargo, comenzaron los malentendidos entre Cleopatra y Ptolomeo y diversos acontecimientos obligaron a la reina a abandonar el país. Uno de los dos tronos quedó así vacante y Arsínoe (la hermana de Cleopatra) pensó que podría ocuparlo. Pero la ambiciosa Cleopatra no se rindió y desde el exilio logró reunir un ejército para intentar recuperar el poder. Cuando el inicio de la guerra parecía inminente, llegó a Egipto una figura que cambiaría para siempre su destino y el de sus hermanos: Julio César. Corría el año 48 a.C.

Rey

César había llegado a Egipto para capturar a Pompeyo, pero tras la muerte de su rival decidió prolongar su estancia para restablecer el orden en el país. De hecho, antes de morir, Ptolomeo XII encargó a los cónsules romanos que se aseguraran de que se cumplieran sus últimos deseos. Luego, César inició una mediación entre los dos hermanos y logró que Ptolomeo XIII y Cleopatra se reconciliaran y gobernaran juntos nuevamente. Esta solución fue un duro golpe para las aspiraciones de Arsinoe, que había apoyado a su hermano con la esperanza de que la nombrara reina. Cleopatra había obtenido ventaja, pero el juego apenas comenzaba. Efectivamente, Arsínoe había perdido Egipto, pero no se había quedado exactamente con las manos vacías.

En un intento por congraciarse con sus anfitriones, César devolvió a Egipto el control de Chipre, que los romanos habían anexado en el 58 a.C. Arsínoe y su hermano Ptolomeo XIV fueron nombrados gobernantes de la isla, aunque se trataba de un cargo puramente honorario, y los dos permanecieron en Alejandría sin ningún poder real. Pero Arsinoe al menos obtuvo el ansiado título de reina. Este éxito sólo aumentó sus aspiraciones. A partir de ahora ya no estuvo dispuesta a conformarse: el verdadero objetivo era el trono de Egipto, en el que concentrar el poder absoluto y el control de las inmensas riquezas del país.

Por su parte, Cleopatra no estaba dispuesta a permitir que se repitiera un episodio como el de su expulsión del reino. Por este motivo, formó una alianza política -que pronto se convirtió en una historia de amor- con Julio César, quien, tras la muerte de Pompeyo, se había convertido en el nuevo hombre fuerte de Roma. Su relación preocupó a Arsinoe, quien vio a su hermana recibir apoyo del poderoso ejército romano. Todo lo que le quedaba por hacer era retirarse y esperar un cambio en el panorama político.

- Anuncios -

La guerra de Alejandría

La situación no tardó mucho en cambiar. La presencia de César fue mal vista por sus súbditos egipcios, que lo consideraban un invasor. Enojados por su apoyo a Cleopatra, los asesores de Ptolomeo XIII decidieron aprovechar el creciente descontento popular. Aquilas (o Aquilas) organizó las tropas egipcias, las condujo a Alejandría y se rebeló contra el cónsul romano. César tenía sólo dos legiones con un total de cuatro mil soldados a su disposición, mientras que el poderoso ejército egipcio podía contar con 20.000 soldados y el apoyo del pueblo.

Ante esta enorme falta de combatientes, César envió primero una petición urgente de refuerzos a Roma. Luego, cuando estallaron los combates en Alejandría, mantuvo a los cuatro hermanos con él en el palacio real para impedirles dirigir el ejército y legitimar así la insurrección. En las semanas siguientes, los romanos estuvieron ocupados preparándose para la guerra y tuvieron que lidiar con repetidas escaramuzas en las calles de Alejandría.

- Anuncios -

Arsinoe se dio cuenta de que había llegado su momento. Aprovechando que todas las miradas estaban puestas en Ptolomeo XIII, ya que Cleopatra había demostrado plenamente su lealtad a César, Arsínoe huyó de palacio con su ministro, el eunuco Ganímedes, y se unió a los rebeldes. El ejército la recibió con los brazos abiertos y la proclamó Reina de Egipto. Gracias a su paciencia y habilidad, finalmente obtuvo el poder tan deseado.

Para hacerse con el trono sólo faltaba eliminar a Cleopatra. Pero primero era necesario derrotar a quienes la protegían, es decir, César y las legiones romanas. El camino resultó más difícil de lo esperado. El primer obstáculo que tuvo que afrontar Arsinoe fue Aquiles (o Aquilas), con quien estaba constantemente en desacuerdo. La reina decidió resolver el problema al estilo familiar clásico: hizo matar al general y confió el mando de las tropas al leal Ganímedes.

De reina a esclava

Ganímedes logró algunos pequeños éxitos iniciales, logrando cortar el suministro de agua a los romanos, pero sus limitaciones estratégicas rápidamente se hicieron evidentes y el ejército sufrió una serie de derrotas. Su forma tiránica de ejercer el poder provocó un gran descontento entre los rebeldes, que rogaron a César que liberara a Ptolomeo, prometiendo a cambio entregar a Arsínoe y Ganímedes. El cónsul romano estuvo de acuerdo, esperando que el joven rey tranquilizara a sus súbditos, pero la situación no mejoró.

En los meses siguientes, los combates continuaron por tierra y mar, sin que ninguno de los bandos se acercara a la victoria final. El panorama cambió radicalmente cuando llegaron a Egipto los refuerzos esperados por César, encabezados por el rey Mitrídates I de Pérgamo. El cónsul condujo a las tropas romanas fuera de Alejandría para encontrarse con los aliados, mientras que Ptolomeo XIII, a su vez, intentó impedir que se llevara a cabo este encuentro.

Finalmente, César y Mitrídates I de Pérgamo pudieron reunirse y lanzaron un ataque contra el campamento del gobernante egipcio. Ante la devastadora ofensiva de los romanos, el rey y sus hombres intentaron huir Nilo arriba en embarcaciones, muchas de las cuales volcaron debido al excesivo número de soldados a bordo. El joven faraón se ahogó, y con él las esperanzas y aspiraciones de su hermana, Arsinoe, que fue hecha prisionera.

César regresó victorioso a Alejandría, donde confió el trono a Cleopatra y a su otro hermano, Ptolomeo XIV. Pero en la práctica fue la reina quien tomó todo el poder. El cónsul salió de Egipto, llevándose consigo a Arsínoe para evitar otra rebelión contra su hermana, y marchó con ella como prisionera en el triunfo celebrado en Roma en el 46 a.C. La visión de la joven gobernante egipcia encadenada conmovió profundamente a los romanos, quienes no ocultaron su indignación al verla desfilar como esclava de guerra.

En respuesta a sus protestas, César decidió liberarla. Arsinoe se refugió en Éfeso, esperando que la distancia la protegiera de su hermana. Con la muerte de César en el 44 a.C. Cleopatra perdió a su gran protector y los egipcios una vez más temieron verse subyugados por los romanos. Para disuadir esta eventualidad y fortalecer su papel, Cleopatra necesitaba renovar sus vínculos con Roma. La oportunidad surgió en el 41 a.C. cuando Marco Antonio la convocó a una reunión en Tarso.

Este fue el comienzo no sólo de uno de los amores más famosos de la historia, sino también de una alianza política sólida y muy rentable para ambas partes. La posición estratégica y las riquezas de Egipto podrían permitir a Antonio implementar su plan para reorganizar el Este, mientras Cleopatra buscaba preservar la autonomía del país y expandir los territorios bajo su control.

Venganza

Cleopatra, última reina del antiguo Egipto: una vida de luchas por el poder

Durante las negociaciones, Cleopatra exigió la cabeza de su hermana Arsinoe. Después de todos estos años, todavía no la había perdonado. Y sabía muy bien que mientras su hermana siguiera viva, no podría dormir tranquila. Marco Antonio se apresuró a cumplir las exigencias de su nuevo aliado. Sus emisarios fueron en busca de la bella Arsínoe y la encontraron en Éfeso, Asia Menor, viviendo una vida tranquila en el templo de Artemisa. Sin embargo, ella no había renunciado a su dignidad real y el sacerdote local continuó tratándola como a una soberana.

Aunque había aceptado la victoria de su hermana, Arsinoe todavía esperaba que la inestable situación política en Egipto le diera una última oportunidad de recuperar el papel que creía que le correspondía. Pero sus ilusiones se desvanecieron repentinamente cuando vio la llegada de los hombres de Marco Antonio encargados de llevar a cabo la venganza de Cleopatra.

Los mercenarios no mostraron la misma piedad que habían sentido los romanos cuando la vieron desfilar encadenada. Tampoco dudaron ante el carácter sagrado de un lugar como el templo de Artemisa. Se llevaron a Arsinoe y la mataron a sangre fría. Al otro lado del Mediterráneo, Cleopatra adoraba este brutal crimen mientras disfrutaba de los placeres de la vida en brazos de su poderoso amante.

Cleopatra, última reina del antiguo Egipto: una vida de luchas por el poder

Era el año 41 a.C. Ptolomeo XIV había muerto y, con el asesinato de Arsínoe, Cleopatra se quedó sin hermanos vivos. Por fin podría disfrutar del trono en paz.

Comparte este artículo
Dejar una reseña

Dejar una reseña

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *